Escrito por: Nahuel Alén Batic
Estudiante de Historia - UNLP, FAHCE
Contacto: nahuelbatic@gmail.com
Prólogo
Mi objetivo es ver la obra de José Hernández, “El Martín Fierro” desde la perspectiva decolonial según distintos autores y hacer un análisis crítico de la misma. De esta forma al finalizar la monografía tendremos una aproximación a las distintas ideas y visiones eurocéntricas que permearon en el sentido común de aquella época y tal vez de esa forma podremos ver más críticamente cuáles de esos discursos aún se perpetúan en la actualidad. Para dicho estudio voy a abordar distintos aspectos de la obra comparándolo con las nociones vistas por otros autores.
Las conclusiones obtenidas del mismo consisten en que sin lugar a dudas la cosmovisión europea permeó en las mentalidades de los hispanocriollos de aquella época, sobre todo en sus intelectuales, como José Hernández. En base al estudio crítico del mismo dejaré planteadas algunas preguntas que nos puedan llevar a pensar una posible alternativa, como puede ser por ejemplo, versionar la obra teniendo una visión más plural e integradora.
Introducción:
En primer lugar, revisemos algunas definiciones de los términos “Colonialidad” y “Decolonialidad”. El primer término fue creado por Anibal Quijano y tiene su origen a principios de los ‘90 en el marco del 5to Centenario del “Descubrimiento de América”. Éste último concepto es problemático, por lo que diversos autores comenzaron (en dicho centenario) a hacer diferentes análisis y críticas del mismo. Colonialidad es aquel poder que permanece más allá del colonialismo cómo sistema de pensamiento y marco de acción que legitima la jerarquía (y por tanto diferencias) entre los diferentes territorios, sujetos racializados, las distintas culturas y diferencias epistemológicas; posibilitando la reproducción de las relaciones de dominación.
La perspectiva decolonial por tanto, es el pensamiento crítico que busca deconstruir la visión eurocéntrica que se pretende como universal y como único camino a seguir; en el caso de este trabajo nos centraremos específicamente desde la perspectiva latinoamericana. Desde ésta es que analizaré la obra de José Hernández, El Gaucho Martín Fierro (1872) y la Vuelta de Martín Fierro (1879).
Desarrollo:
Comenzaremos analizando El Gaucho Martín Fierro:
A lo largo de este relato podemos ver como el Estado reproduce la dominación colonial y metropolitana hacia dentro de su propio territorio (como dice Rita Segato). Persiguiendo a los gauchos como si fueran criminales y exigiéndoles que hagan trabajos forzosos, de lo contrario serían presos, torturados o fusilados. Por ejemplo: “ser gaucho es un delito” “Y si de un golpe por ahi lo dan guelta panza arriba, no hay un alma compasiva que le rese una oración, tal vez como cimarrón en una cueva lo tiran”.1
Ésta dominación también está presente en los términos utilizados por el autor, cómo por ejemplo los gauchos fueron “arreados”, término que se utiliza para con el ganado; de esta forma nos da a entender cómo el gaucho fue “animalizado”/“bestializado” y de ésta forma el Estado justifica imponerse sobre los mismos.
Quienes decidían acatar las órdenes del Estado igualmente debían soportar las peores humillaciones y desamparo. Por ejemplo, que no les renovaran las mudas de ropa y terminen estando cuasi desnudos o que ni siquiera tengan las armas para defender la frontera que es para lo que supuestamente habían sido llamados. Vemos como un estado centralizador no admite la diferencia a lo que ellos consideran “la normalidad”. Por lo tanto, todo esto nos demuestra que cuando hay un plan de incorporación o erradicación sistemática por parte del Estado, es muy difícil que decisiones individuales puedan hacerle frente. Las familias y terrenos de los gauchos sufren una disgregación progresiva a medida que el poder estatal aumenta sobre el territorio y los cuerpos.
Cabe preguntarnos ¿Por qué el avance sobre ellos? La forma de vida de los gauchos rompe con el sistema capitalista agro-ganadero y exportador que quería implementarse. Ya que los gauchos no solían seguir las normas impuestas por las autoridades, y por ende, tampoco las lógicas económicas y de división del trabajo que querían implementar en el último tercio del siglo XIX.
Tenemos también la visión del autor, y de la sociedad de aquella época, sobre las pulperías. Existe cómo un espacio de esparcimiento pero también es donde se generan múltiples conflictos. Donde siempre hay alguien escapando de la justicia o cometiendo algún acto delictivo. Algo que sabemos por las numerosas investigaciones históricas que no era la regla general. Si bien en las pulperías podían desatarse actos de violencia o incluso refugiarse bandoleros, la realidad era mucho más compleja, ya que asistían a dicho establecimiento gente de todos los estratos de la sociedad. Era un lugar para distenderse, para aprovisionarse, para vender, para conseguir información y también para conseguir electores o reclutas para el ejército.
Por lo tanto, la asociación de la pulpería con un lugar delictivo es de una perspectiva del estrato más acomodado de la sociedad y que buscaba una política de vigilancia y dominación sobre los sujetos subalternos. Para lograr esto último es lógico que prestaran una particular atención sobre aquellos lugares de reunión y esparcimiento que escapaban a la mirada estatal. Sin embargo, hay que mencionar que la pulpería desde inicios de la colonización española hasta la creación de los estados modernos, fue un espacio clave en el territorio para garantizar provisiones, información y cierto control sobre el sector subalterno. Esto se rompe cuando a fines del siglo XIX se busca la dominación completa sobre los ciudadanos.
Otro aspecto importante a mencionar es el profundo racismo presente en toda la obra y que podemos observar en frases como: “A los blancos hizo Dios, a los mulatos San Pedro, a los negros hizo el Diablo para tizón del Infierno”2 o “me afirmé al moreno (...) pa dejar un diablo menos”.3 Pese a que el autor, José Hernández, era un ferviente federal y por lo tanto abogaba por una política más popular que la encabezada por el centralismo unitario, no debemos olvidar el sentimiento hispanocriollo para con las otras castas (etnias) que la Revolución de Mayo no logró modificar por completo ni en profundidad.
Este sentimiento es encarnado por el personaje Martín Fierro. Pese a que los negros tras el servicio en las guerras de Independencia y tras la finalización oficial de la trata en 1861 (cuando Buenos Aires adhiere a la Constitución de 1853), ahora eran libres, se los buscaba apadrinar y por lo tanto controlar; ya que se temía a qué pudieran hacer si se les concedía una libertad y derechos plenos como a cualquier otro vecino blanco. Es así que durante los siglos XIX y XX, la población afrodescendiente siempre terminó llevando a cabo trabajos precarizados, como el servicio doméstico; a su vez expuestos a la vigilancia, procesos de disgregación de sus comunidades y un proceso de invisibilización en la historia y la memoria. Esto conllevó a que en el sentido común de la sociedad haya quedado la idea de su desaparición por las guerras, peste o mestizaje. Algo que recién desde los ‘90 volvió a ponerse en la discusión política, académica y social, teniendo sus primeros reconocimientos como comunidad a escala nacional en las últimas dos décadas.
Por otro lado, tenemos la cuestión de los indios a los cuales pese a que en numerosos momentos se firmaron acuerdos de paz, se los veía como enemigos. Esto queda claro en la obra cuando los describen como salvajes despiadados sin límite y depredadores. En nuestra historia nacional, podemos ver que incluso a aquellos que ya estaban incorporados dentro de las fronteras estatales se los veía con desconfianza y por ende también se los apadrinaba para tenerlos bajo control. Lo curioso es que la figura de indios amigos o aliados no aparece en la obra del Martín Fierro, sino que directamente es algo foráneo y peligroso.
Aún así, resulta interesante como Fierro y Cruz tras ser perseguidos por la justicia, deciden ir a vivir con ellos. ¿Por qué alguien decidiría ir a una “zona enemiga y barbárica”? Creo que acá es donde se filtra un poco de la realidad vivida en la época, dónde muchos fugitivos de la ley, pero también disidentes políticos, iban a vivir a las tolderías. Lo cual demuestra que los pueblos originarios no eran enemigos inexpugnables ni estaban ajenos a los procesos vividos en la sociedad hispanocriolla.
La historia nos muestra que la frontera no siempre fue una línea fija en un mapa, sino más bien una zona que fluctúa según el contexto de ese momento y que era “porosa” entre ambos sistema-mundo. Parafraseando a Wallerstein, un sistema-mundo es toda la cosmovisión y sistema político-económico de una sociedad en específico. En el caso de, por ejemplo, la frontera sur de la sociedad rioplatense hasta fines del siglo XIX, las lógicas del mundo criollo chocaban con la de distintos pueblos originarios tales como ranqueles, tehuelches, mapuches y pehuenches. Por momentos, ambos “mundos” lograban la paz y sentaban las bases diplomáticas y comerciales a llevarse a cabo entre ambas partes. Y por otro lado, se desencadenaba el conflicto a uno y otro lado de la zona de frontera.
Por último, hay que marcar la cuestión de género, las mujeres son criticadas a lo largo de toda la obra. Se las ve como oportunistas y maliciosas, que al menor cambio se alejan, incluso de sus propios hijos. También cabe destacar que las vemos a través de la mirada de protagonistas varones siendo relegadas a un plano secundario donde sólo son “parte del paisaje” por donde van pasando los distintos protagonistas y situaciones. Y también se remarca “la masculinidad” en contraposición de los “maricas y cobardes”, parafraseando a Rita Segato, los criollos son machistas y patriarcales, y por lo tanto, refuerzan la dominación sobre las mujeres así como eliminan cualquier disidencia.
Continuemos ahora con el análisis de La Vuelta de Martín Fierro:
Hay una mirada aún más brutal sobre la forma de manejarse de los indios. Son vistos como perversos y sádicos que solamente infringen el mal a los propios y ajenos sin importar los buenos tratos, la edad o el sexo. Se los compara con bestias y demonios que no se rigen por ninguna norma moral o social. Incluso se les pone calificativos como vago y delincuente. Una mirada completamente estereotipada y prejuiciosa sin ningún argumento factible en los hechos concretos. Esta visión es tan externa que sólo se basa en rumores y que está arraigada en un profundo temor hacia ellos. Se deja de lado cualquier consideración sobre su organización social, su modo de supervivencia, sus conocimientos ambientales, sus aspectos culturales y su cosmovisión.
Este relato nos cuenta las vivencias de los hijos de Fierro y del hijo de Cruz, cómo quedan huérfanos por el reclutamiento forzoso de sus padres y el abandono por parte de sus madres. A través de sus miradas, vemos la corrupción estatal que se aprovecha de los más vulnerables para acumular capital (tierras, pertenencias y dinero), sin importar la violación de derechos o leyes establecidas.
También vemos al hijo del negro que, en la obra anterior, había matado Fierro en la pulpería; denuncia públicamente a Fierro y aún así no obtiene justicia ni la menor consideración por los presentes. Si bien a simple vista no parecería un acto racista, cabe preguntarnos qué pasaría si un hombre blanco denuncia a otro sobre un crimen ¿Se tendría consideración sobre su testimonio o sería igual de ignorado? Ese peso que se le da a las palabras de uno u otro sujeto solamente por su etnia nos demuestra que existe un racismo implícito y estructural en dicha sociedad.
Dentro del racismo y machismo presente en la sociedad hispanocriolla, no debemos olvidar al personaje, El Viejo Vizcacha. Es un ladrón, ventajero y comete actos de brutalidad; y lo relacionan a la forma de actuar de los indios, pero otra vez, el texto nos deja observar que al tratarse de un hispanocriollo le tienen ciertas consideraciones. En varias oportunidades fue atrapado y castigado, sin embargo, no enfrenta las mismas consecuencias que si el mismo acto fuera llevado a cabo por un indio. Tampoco recibe castigo por haber asesinado a su mujer. A la cual mató porque “le cebó un mate frío”. Y luego considera a todas las demás como animales a las que no hay que prestarle atención.
No es casual la decisión de Hernández de que las pocas mujeres que son mencionadas o aparecen en su obra, sean todas víctimas directas o indirectas de las decisiones de los hombres; y que no haya ningún personaje femenino que tenga un rol activo o de relevancia. Si fue una decisión literaria inconsciente nos habla sobre las lógicas de la sociedad en la que vivía dicho autor, y en caso de ser consciente en su decisión, hay una intencionalidad sobre mostrar éstos aspectos por sobre otros para remarcar la injusticia vivida en los sectores subalternos y capaz así, justificar el avance “civilizatorio” de parte del Estado.
Algo interesante de lo que podemos observar en la obra es lo multifacético de la figura del gaucho, cómo despierta en el autor (y en la sociedad de aquel entonces) fascinación y temor, ya que es un sujeto subalterno que escapa de la lógica y control estatal. Sin embargo, es quien mejor conoce el terreno, quien más familiarizado está con la frontera y por ende, quien sabe como tratar con ese “otro” desconocido y amenazador para la sociedad hispanocriolla: el indio.
Por lo tanto, es un sujeto clave del que el estado dependió durante largo tiempo para mejor conocimiento y control de la zona de frontera. Algo que cambió para fines del siglo XIX con la creación de los Estados-nación modernos. Ahí, tanto ese “otro externo” (indio) como el “otro interno” (gauchos y negros), empezaron a chocar con la lógica de identidad que Mitre y Sarmiento querían crear a semejanza de la europea. Se buscó la exclusión o eliminación de esos “otros” del “ser nacional”. En el caso del indio se buscó exterminarlo o reducirlo a la servidumbre con la campaña militar denominada “Conquista del Desierto”, mientras los negros fueron cada vez más disgregados para que su comunidad pierda fuerza, y al gaucho se buscó doblegarlo a las lógicas capitalistas modernas.
A éstas acciones concretas de desarticulación de los grupos subalternos, el despojo y el genocidio, se sumó otro accionar, que es la creación de un sentido a través de estereotipos negativos o la mera invisibilización. Así, a la par de la construcción del Estado Nación liberal argentino en lo material, se suma el plano literario y cultural.
De esta forma se consumó la creación de la identidad argentina en la que por ejemplo, el gaucho es el “símbolo” por excelencia, pero una vez que físicamente dejó de existir como tal. De igual manera, se exacerbó la invisibilización de los afrodescendientes y cualquier rasgo cultural que nos hayan legado; o la externalización de las comunidades originarias y la criminalización de cualquier agencia política que tuvieran en el territorio.
El lenguaje es una herramienta más de la dominación, a través de él se creó todo un “relato” y adjetivaciones que fueron calando en la población durante generaciones. Dentro de esta lógica tampoco debemos olvidar mencionar al proyecto educativo “normal” impulsado por Sarmiento para que toda la población accediera a los mismos conocimientos, y por ende, al mismo sentido común para así “crear” a los ciudadanos del país recién conformado y delimitado. Al irse moldeando una imagen homogeneizada sobre la población, el incipiente Estado argentino fue legitimando un discurso único que le da poder simbólico sobre el territorio, garantizando luego el poder material sobre el mismo.
Conclusiones y preguntas finales:
Es imposible negar la permeabilidad de las distintas subjetividades locales de aquella época a las visiones y objetivos colonialistas llegados desde Europa. El ver por un lado a los negros como algo diabólico y descartable, y a los indios como salvajes indomables y sanguinarios sólo avala el discurso y proyecto civilizatorio pautado desde el centro imperial hacia la periferia; en el cual se buscó erigir una nación moderna y liberal eliminando todas aquellas identidades que fueran contra el proyecto de homogeneización nacional. Ésto muestra el aspecto xenófobo y racista que conlleva y construye la modernidad, calificando la “calidad de los individuos”, según sus diferentes etnias.
Por otro lado, también se puede ver cómo opera el sistema patriarcal, que minimiza a la mujer y que también no admite otras disidencias dentro de la masculinidad marcada en comportamientos a seguir y otros a evitar. En todo esto no podemos obviar el fundamental papel de la religión católica, que es el principal regulador de los comportamientos sociales y además busca menospreciar a otras creencias.
Todos estos aspectos están presentes en la obra. Como particularidad histórica es excelente para poder brindarnos un vistazo al pasado, pero por otro lado no debemos abandonar una mirada crítica hacia el mismo, sobre todo porque se lo tiene como emblema nacional. A todos nos lo hacen leer desde temprana edad en el secundario y cabe preguntarnos ¿Qué tanto de esos estereotipos tomamos como “normal” y los reproducimos? ¿Cuántos chicos toman a chiste al Viejo Vizcacha y luego copian su accionar? ¿Debemos sentirnos atravesados e identificados con Martín Fierro? ¿Cuál sería la crítica social (si la hay) y la moraleja de esta historia? Preguntas a las cuales debemos dar una respuesta como sociedad en su conjunto.
Bibliografía analizada y referencias bibliográficas
-El Gaucho Martín Fierro. De José Hernández (1872).
-La Vuelta de Martín Fierro. De José Hernández (1879).
-Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En E. LANDER. La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales (pp.201-242). Buenos Aires: CLACSO. De Anibal Quijano (2000).
-Colonialidad del poder y clasificación social. Journal of World-System Research 2, pp. 342-386. De Anibal Quijano (2000).
-SEGATO, R. L. (2014). La perspectiva de la colonialidad del poder. En Z. Palermo Pablo Quintero (Comps). Anibal quijano. Textos de fundación (pp.15-39). Buenos Aires: Ediciones del Signo.
-MIGNOLO, W. (2007). América: la expansión cristiana y la creación moderna/colonial del racism. En LA IDEA DE AMERICA LATINA. La herida colonial y la opción decolonial (27-74). Barcelona: Gedisa
-QUIJANO, A. y WALLERSTEIN, I. (1992). La americanidad como concepto o América en el mundo moderno-colonial. Revista Internacional de Ciencias Sociales, vol. XIV, Nº 4,, pp. 583-591.
Página 32, El Gaucho Martín Fierro, de José Hernández
Página 28, Idem.
Página 30, Idem.
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